sábado, 30 de octubre de 2010

Se nos coló Halloween




Ya está aquí. Otro año más. No lleva mucho viniendo, pero bien que se nos ha colado. Y sin preguntar quién tenía la vez. La "fiesta" de Halloween se ha colado en la vida del españolito medio como el novismo más novísimo y como lo más guay del paraguay. Quién no monta una fiesta por Halloween ni se disfraza no está a la moda. Es un carca, un retrógrado. Definitivamente, hemos sucumbido. Hemos claudicado. Somos más españoles que nada cuando ganamos un Mundial, pero a nuestra propia cultura la despreciamos y la olvidamos.

En tragarnos lo que nos meten la televisión y las empresas para que seamos felices e ignorantes consumidores, somos los mejores. Si hubiera un Mundial de esto, también lo ganaríamos. La imposición cultural un año más llama a nuestra puerta. Y la recibimos con una sonrisa en la boca. ¿Trick or treat? ¿Truco o trato? Con nosotros tenéis el trato asegurado.

Que conste que me parece una manifestación cultural excelente y que hay que conservar. Si viviera en un país de tradición anglosajona sería el primero en celebrar el Halloween, de hecho, como tengo familiares en Estados Unidos incluso he compartido algún Halloween con ellos, pero me parece una aberración como se ha colado en el calendario de festividades del españolito. En Halloween toca comprarse un disfraz, botellona y fiesta en algún sitio. Si no, estás fuera de la moda, tío.

Cada cultura se entiende en su lugar y es así como se garantiza la variedad y la riqueza cultural de cada sitio. Precisamente esa riqueza es tal, por ser única y exclusiva. Una manifestación genuina, entendida en su contexto. Por su significado. Por su historia. No veo a los ingleses ni a los americanos sacando pasos de Semana Santa, ni haciendo romerías, ni montando chirigotas por Carnavales. A nosotros, con Halloween ya nos la han colado. Como con el fast food de la entrada anterior, todo nos lleva a ser uniformes. A la variedad cultural, ¡que le den calabazas!

Noticia relacionada: "Los españoles consumen Halloween como Coca-Cola o McDonalds", pincha aquí

viernes, 29 de octubre de 2010

Slow Food

Estaba aburrido en la facultad, teníamos hora libre (antes no había venido el profesor) y entre pasar la hora con el solano del parque o irme con mi amigo Carlos a escuchar una conferencia relacionada con una asignatura en la que no estoy matriculado, elegí lo segundo. No es que sea demasiado habitual, pero de vez en cuando me da el punto. Y no me suelo arrepentir.

Así que allí me presenté. La asignatura en la que se enmarcaba la charla era Ecosociología y en la clase había poco más de diez alumnos (cuando lo habitual en otras asignaturas es que se superen las setenta u ochenta personas). Se ve que eso de pensar y aprender sin réditos académicos (sin que te pongan un numerito en tu expediente) no va con demasiado con los estudiantes de hoy. Ni con nosotros, los de periodismo, que se supone deberíamos ser los primeros en interesarnos por las mayores amenazas y peligros que sobrevuelan nuestra sociedad.

En fin, a lo que vamos. Allí apareció un hombre con cara de bonachón y con una barba un tanto descuidada, como queriendo ir a contracorriente del guaperas actual. Desde que pronunció sus primeras palabras, comprendí que sería una de las horas que mejor invertiría en nuestra facultad, donde el soporífero contenido de algunas asignaturas y el soñoliento discurso de ciertos profesores nos hace incluso plantearnos si merece la pena abandonar desde tan temprano el calor de nuestro lecho. ¡Con lo buena que está la cama!

El hombre, cuyo nombre no conseguí captar (tampoco importa tanto) estuvo hablándonos de la importancia de mantener el comercio local y las variedades gastronómicas autóctonas en cada lugar. Y habló de gastronomía porque era lo que incumbía a la asociación que representaba, Slow Food, pero lo mismo podía haber dicho de las fiestas, el lenguaje y el patrimonio artístico, cultural y social en definitiva. De hecho, el acto de comer tiene mucho de festivo y con frecuencia encontramos en un buen plato de comida más cultura y más esencias de un lugar que en una guía turística o una postal.

En una vida llena de prisas y donde todo tiende a la uniformidad, es bueno que haya locos como éste. Y que aún nos recuerden que hubo un tiempo en que conocíamos al que nos vendía la leche, los huevos, las naranjas, la uva, la carne, el pescado, la lechuga, el pimiento... Sabíamos quién era, cómo producía y cuidaba su cosecha o sus animales y, a fin de cuentas, sabíamos qué comprábamos. Hoy día si sabemos qué compramos es por una etiqueta. Y la etiqueta, ya sabemos, es un trámite burocrático que el pequeño productor no puede pagar.

Tampoco pasó por alto el tema de los alimentos ecológicos, que se han convertido en un negocio un tanto oscuro. Por un lado, es demasiado caro consumir productos ecológicos (con etiquieta ecológica, mejor dicho) porque somos pocos quienes los consumimos y pocos quienes los producen. Por otro lado, hay productos cuyo carácter ecológico es más que dudoso y obtienen la etiqueta y otros que son más ecológicos (o naturales, o respetuosos con las formas de producción tradicionales de un lugar, llámenlo como quieran) no la obtienen. Son pequeñas producciones, de gran valor cualitativo para el consumidor -incluso con precios inferiores- pero de poco valor cuantitativo para el mercado y para el negocio burocrático de la concesión de etiquetas.

Aunque parezca paradójico, cada vez hay menos variedades de hortalizas y verduras (por ejemplo) y las que imponen los grandes mercados van sustituyendo las propias de cada sitio, con la consiguiente disminución de variedad gastronómica. Además, los suelos son aprovechados para cultivos cuya idoneidad sería más que discutible. Hoy día, la apertura de un McDonalds, un Burguer King, un Telepizza o cualquier otra cadena de Fast Food sigue siendo una panacea y motivo de exaltación de las masas. ¡Qué bien nos haría que se extendiera por el mundo esta filosofía del Slow Food!

PINCHA AQUÍ PARA ENTRAR EN LA WEB DE SLOW FOOD

PD: Por suerte, en Chipiona aún seguimos disfrutando del placer que supone comprar directamente a la gente del campo o de la mar (aunque sea bajo cuerda y cada vez menos) y que te traigan unas buenas uvas, un buen pescado de corral o una buena docena de huevos de yemas coloraítas coloraítas. De esas de las que falta hasta cundi pá mojar.

martes, 26 de octubre de 2010

Ha muerto Paul

Ésa es la noticia que hoy copa las portadas de los telediarios. Bueno, eso y que Pérez-Reverte se ha ido de la lengua con Moratinos y que le ha soltado una de las suyas. Ha muerto el héroe nacional que un día creamos. Medida del intelecto de este país y de lo noticiable de las noticias que cada día tenemos. Que le dediquen un obituario en El Mundo y una esquela en ABC mañana al bichito. A los presos de guerra que están siendo torturados y a los niños que cada día mueren en África, a esos seguro que no les hace falta.

viernes, 22 de octubre de 2010

Un encargo de la sociedad

Queridos medios:

Me gustaría agradeceros lo que estáis haciendo por todos nosotros, esos que componemos lo que llamáis sociedad. Y haceros un encargo: que sigáis siendo persona por mí.

Quiero seguir siendo el continuo espectador de esa vida de color y luces que creáis. También del horror y el espanto que de cuando en cuando traéis hasta el salón de mi casa, haciéndome sentir fuertes emociones a través de un cristal mientras degluto una bolsa de palomitas y apuro un sorbo de Coca-Cola.

He podido apreciar como traéis la libertad a las mentes. Ahora todo el mundo es capaz de opinar. Y todos son capaces de opinar igual. ¡Bendito el consenso que habéis creado! Habéis roto la disidencia y el enfrentamiento generalizado. La confusión y el caos que suponía que cada uno opinará a su manera se ha terminado. La engorrosa reflexión individual ya tiene la tumba sellada. Ahora están los medios de la izquierda y los medios de la derecha. Ellos son los que nos hacen verdaderramente libres. Simplemente tenemos que pertenecer a un bando. Ya sabemos qué pensar. Quién está contigo y quién contra ti.

Gracias por representar a los jóvenes tal como deben ser. Gente despreocupada y desinhibida. Con la preocupación única de consumir. ¡Ya bastante tenemos con los demás! A base de tanto representarlos así, habéis conseguido que así sean. Y lo que es aún mejor, que la gente no piense que los habéis construido así vosotros. Todo lo contrario. Porque sois el espejo de la realidad.

Muchas gracias por todo ello, queridos medios. Sin más, me despido recordando lo que no hace falta recordar. Mi pequeño deseo, mi único encargo: nunca dejéis de ser persona por mí.