jueves, 29 de abril de 2010

Desconocidos, un corto de David del Águila

Para terminar de ilustrar la entrada anterior, un corto de David del Águila que aborda esta paradójica era de la (in) comunicación. Aquí os dejo el enlace que os llevará a su ubicación en Google Vídeo.

La era de la (in)comunicación

Siglo XXI. La era de la comunicación. La comunicación sin fronteras. Eso es lo que nos están vendiendo, pero yo, no termino de creérmelo. Miro a mi alrededor y me doy cuenta de lo que hacemos. Examino mi vida y me doy cuenta de lo que hago. Yo tampoco me libro de la perversión de esta era de los medios. Ni yo, ni tú. La sociedad entera estamos, queramos o no, ya atrapados en esta tela de araña (web, en inglés) de los medios de comunicación de masas.

Nos levantamos por la mañana puntualmente informados por la radio de lo que acontece en el mundo. Enseguida cogemos un periódico gratuito en el bus, o en la esquina y seguimos leyendo cosas (al menos lo ojeamos, que lo de leer prensa ya suena a antiguo). En el trabajo o en la escuela, tenemos un ordenador portátil que nos permite que no tengamos que mirar a nuestros compañeros ni a nuestro jefe para coordinarnos. Nos mandan las órdenes (o los apuntes) por correo. Y cuelgan recomendaciones y enseñanzas complementarias en sus respectivas webs. Enseñanza virtual, le llaman.

Al volver a casa, almorzamos con las noticias puestas (o los Simpsons, que no será por variedad temática) y no queremos, por supuesto, que nadie nos dé el almuerzo echando sermones, arengas o charlitas sobre cómo te ha ido el día. Bien, ¿no lo sabes ya? Después de una reparadora siesta, cuando miramos el reloj, nos hemos pasado la tarde entre Tuenti, Facebook y MSN y has conocido a muchísima gente, entre ellas a una jiparraca que está que te cagas. Y has hablado de cosas tela interesantes con tus "compis", de las borracheras que se han cogido y de las que este finde se piensan coger. La vida mola. Flipante, colega.

Te has puesto un poquito de los 40 principales para estar al tanto de todo lo que se lleva. Música de categoría. Cool. Si tantos seguidores tienen, por algo será. La canción del verano ya anda por ahí poniendo a perrear a las ondas más recatadas y martilleando altavoces de coches tunning.

Son las 22:00. Y el tiempo se para. El prime time se acerca, y hay que ver la serie de diseño correspondiente (pónganle ustedes el nombre y el niño vacilón y la niña tonta que quieran). Antes de irte a la cama, le echas un par de vistazos a tu cuenta de Tuenti o de feisbú (versión andaluza) y ves que te han dejado un par de comentarios: vídes de Youtube donde dos o tres golfos hacen payasadas y dan lacasitos a la Ley o acojonan a los conductores simulando radares.

Al final, se te ha pasado el día y estás exhausto de tanto comunicarte. Es lo que tiene esta bendita era de los medios. Te has enterado de todo. Y has hablado con gente de lugares muy lejanos. Has hecho nuevas amistades y planificado el fin de semana. Ya sabes que el viernes toca ver con tu novia el último estreno de Hollywood en el cine. Todo va sobre ruedas.

Al final, se te ha pasado el día y no has hablado nada con tus padres. Son para tí unos perfectos desconocidos. Cómo vas a confiar en ellos. De tu abuela, mejor no hablamos, que hace tiempo que no la ves. Si acaso, vas a recogerle unos euros a cambio de una visita fugaz y un par de besos de Judas en la mejilla. Tus amigos, te transmiten sus confidencias por la red, juegas con ellos al fútbol pero por la Play 3. Y sólo falta que inventen el cubata virtual.

Al final, se te ha pasado el día y (no) te das cuenta de que no te has comunicado ni relacionado verdaderamente con nadie que te importe. Y que tú le importes. La comunicación sin fronteras le ha puesto fronteras a tu mundo más próximo.

Al final, se te va la vida y no sabes ni quién carajo eres tú mismo, ni quién eres para el mundo, ni qué es lo que quieres. No has disfrutado de tu familia, no has conocido la verdadera amistad, no has conocido el verdadero amor. Todo ha sido virtual. ¡Viva la era de la (in)comunicación!

Así sí está el patio

Más del 20% de paro. Gobierno que lleva tiempo sin querer afrontar la realidad. Oposición timorata, con dudoso líder. Sindicatos que callan a la vez que rebañan de la olla y ocupan su tiempo en otras guerras que nada tienen que ver con los trabajadores necesitados. Las familias que pueden verse en la calle. Un país que necesita elecciones anticipadas.

PD: Así sí está el patio, lo de la entrada anterior, con situaciones como ésta queda en un segundo plano.

Entre velos y cerditos

Así está el patio. La izquierda más radical se afana en defender el velo, mientras predica la liberación de la mujer y lucha por un mundo ateo. La ultraderecha se dedica a hacer gracias para echar aún más leña al fuego y a poner cerditos bajo futuras mezquitas. Ambas cosas chirrían en el siglo XXI y sonrojan. Al menos, a quienes les quede algo de dignidad y sienta aún vergüenza ajena.

Las posturas extremas, que tan distantes se consideran, siempre han tenido muchos puntos en común. En medio del fuego cruzado con que un extremo obsequia a otro, los que abogan por la razón, por posturas más centradas, esos que caminan a caballo entre la prisa y el ruido, son los que salen más perjudicados.

Así, las mujeres flaco favor reciben de esas quepretenden erigirse como sus guardianas. Sin embargo, no condenan el uso del velo, símbolo patente de opresión y relegación de la mujer.

Es una cuestión además étnica, cultural y sobre todo religiosa. Pero mientras la progresía aboga por el laicismo (distíngase de la aconfesionalidad) y recorta derechos a troche y para el cristianismo, criticando duramente sus postulados, defiende el velo islámico. Otra incongruencia más que nos invita a pensar si su ateísmo no será más bien una cristianofobia encubierta.

Por su parte, los cristianos flaco favor reciben también de los graciosos del cerdito. Porque, al igual que las mujeres tiene sus guardianas, la patria también tiene sus particulare adalides. Y en este caso la están pinchando. A la patria, a su imagen y a quienes han sufrido el terrorismo islámico en sus carnes (también portaron pegatinas de la Asociación de Víctimas, haciendo una nefasta e inicua representación de ésta), pues no hacen más que echar leña al fuego y avivar la polémica.

Unos defienden a la mujer hasta el punto de condenarla y otros defienden a las víctimas y al país (a lo mejor no necesitaban esa defensa-ofensa) para terminar alentando la posibilidad de nuevos ataques. Como si el horno estuviera para bollos. O para cerdos.

miércoles, 28 de abril de 2010

Ideales, contradicciones y luchas sin meta

Cuando ves tantas contradicciones en el mundo, tantas incongruencias, que tu verdad no es la verdad, y que tu propia verdad entra en contradicciones con otras verdades interiores que tú mismo tienes...¿No te planteas si merece la pena realmente luchar por un ideal, si lo más probable es que estemos equivocados y no hayamos comprendido la realidad como hay que comprenderla?

Retomando y transformando la cita machadiana: ¿No seremos caminantes sin camino que vamos haciendo un camino al andar que a nada conduce? ¿No seremos luchadores de una meta irreal, inexistente o equívoca? Puede que tal vez seamos meros perseguidores de oasis.

UNA CALLE AL MUNDO

Para tomarle el pulso al mundo, nada mejor que bajarse a la calle. A una calle cualquiera. Uno baja cada día a la suya (o a las suyas, que la calle de cada uno no es aquella en la que vive sino todas las que siente como suyas), y desde ahí abre su ventana al mundo.

Cada calle que pisas, forma ya parte de tí. Para bien o para mal. Se te clava en el alma como un puñal y va forjando tu identidad. Las calles son como las personas, los libros y las películas. Son tus pequeñas patrias. Quizá las más grande que ames. También puedes imaginarlas y ponerle el principio y el fin donde tú quieras. Y siempre librar las guerras en ellas.

Las guerras que libras cada día no tienen artilleros, ni bombas, ni cañones, ni fusiles, ni armas de destrucción masiva. Son guerras internas. Los sentimientos y la razón se enfrentan, ganando ciertas batallas uno y ciertas batallas otros, sin que muchas veces ninguno de los dos gane la guerra.

Todos tenemos nuestra calle. Desde ella vemos el mundo y contamos nuestra verdad. Aquí, a partir de hoy, tienen la mía.