sábado, 30 de abril de 2011

Tal vez


¿Cómo voy a escribirlo si no sé?
Es extraño. Así bebo, más aumenta mi sed.

Sé que no es cosa de magia
Ni hechizo ni brujería
Sé que es cosa tuya y mía
Sólo en nosotros se contagia

Eso si lo sé.
Lo que no sé es qué le has dado
A un corazón sin timón y manejado
Que da tumbos por tu costado
Y que siempre vuelve al amanecer

Dice que viene borracho:
- Una noche de placer
- ¿Qué has bebido, órgano de Baco?
- Ni lo recuerdo ni me hace falta.
Te diría que no lo sé.
- ¿ Borracho de amor?
- Tal vez.

lunes, 25 de abril de 2011

Se chocó el neoliberalismo


Releyendo a uno de los autores que más pasión me contagió por el periodismo me he vuelto a encontrar con artículos de gran valor, pero dejaré este porque 14 años después, con la que hay formada con la crisis, está de rabiosa actualidad. Íbamos montados en el furgón del capitalismo que era conducido a toda velocidad. Todo era maravilloso, pero la furgoneta se ha estrellado. Ha habido un accidente. Y pagamos los pasajeros. Los gobiernos salvan a los bancos. Familias enteras se hunden. Hipotecas imposibles de pagar que, ya sin casa, hay que seguir pagando. Una crisis que es un yugo para los trabajadores y de la que muchos especuladores van a salir de rositas.


Arturo Pérez Reverte, Los amos del mundo (1998).


Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio -o al revés-, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días.

Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!- mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.

Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

sábado, 23 de abril de 2011

Gutenberg vive bajo un balcón

Muchos lo daban por muerto. No corren buenos tiempos para las letras, pero Gutenberg se resiste a morir. Bajo un balcón, intuí que aún seguía vivo. En una taberna, bajo un balcón se refugia y ahoga en alcohol sus penas. Bebe para olvidar. Cada vez se lee menos, el papel dicen que no será pronto más que un fósil de la historia y el estímulo de la pantalla vence a la imaginación de aquellos viejos libros que ahora se apolillan y se llenan de polvo. En medio de la tempestad, Gutenberg aguanta. Como esperando el momento adecuado para volver. El momento en que el hombre se de cuenta de que sin Gutenberg somos más insulsos. Él aún no ha dicho su última palabra. Mientras, apura su última copa.

lunes, 18 de abril de 2011

Cuando la honradez no vale un carajo


Cosa de otros tiempos. Concepto viejo y anticuado. Carca, retrógrado que dirán algunos. En eso hemos convertido el concepto de honradez. Ya no se lleva, pasó de moda. Ahora triunfan esos lameculos de salón, esos listillos de trajechaqueta. Esos correveidile que se la acaban llevando caliente a final de mes. Venden su dignidad y su honradez. Ahora le llaman ética profesional y le ponen códigos deontológicos y otras vainaes por el estilo. La honradez no tiene manuales. Se aprende en casa, en la calle y en la escuela. Se tiene o se tiene. No se debe comerciar con ella como vilmente estamos haciendo (y dejando hacer).

Lo que antes era ser honesto, ahora es ser tonto. Es la crueldad y la crudeza del lenguaje que usamos. Y el lenguaje, que tan inocente parece, nos deja el alma desnuda. Con todas las verdades al descubierto. Al honesto ahora, primero lo tachan de tonto y, si así no acaban con su honestidad, lo acusan y se enfrentan con él, le montan un pollo del quince y lo sientan en un tribunal. Lo mejor de todo es que al final, suele acabar pagando. Por honesto y por tonto. Esta es la sociedad que estamos creando. Así nos va a nosotros y a nuestra democracia. Pero yo me resisto. Me resisto a darme por vencido y a renegar de la honradez. Llámenme ingenuo. Llaménme romántico. Pero voy a creer en la honradez. Esa palabra noble y sonora. Esa mirada de frente que ya no se lleva. Creo en la honradez ahora que nadie quiere creer en ella. Cuando la honradez no vale un carajo.



PD: Ilustro la entrada con una genial viñeta de El Roto (El País). Aunque no es la única que aborda este tema de la honradez. De hecho, otra que trataba el tema de la honestidad (colgada en Facebook por nuestro amigo Juan Mellado para abrir el debate) me fue llevando a alguna de estas reflexiones. Un saludo también para él y, de paso, para todos los que aún tienen la honradez en su vida y su palabra.

sábado, 16 de abril de 2011

Cadistas en tiempos de Tiberio

Javier Ruibal, inconfundible como siempre. Convierte una propuesta de himno para el Cádiz en una canción llena de imaginación y literatura. Ocurrencias únicas y genuinas. Una auténtica joya que mezcla personajes históricos y cultura con esa pizca de humor e ironía que tanto bien hace al alma. Preciosa mezcla. Aquí os dejo la letra y el vídeo para que podáis disfrutar de esta genialidad.

Se cuenta que ya en tiempos de Tiberio
en Gades hubo un equipo puntero
que todos los domingos del Imperio
juntaba en el Estadio
a los romanos futboleros
y al moro le dio ganas de vivir
durante el Califato Independiente
aquella Balompédica Gadir
más famosa que el Emir
y que los Reyes de Oriente

A lo que yo me vengo a referir
es que mi equipo es algo extraordinario
ni cien, ni mil quinientos,ni dos mil
el Cádiz puede presumir
de ser un club trimilenario

Azul como el agüita es mi color
y amarillo como el sol
que se pone en la Caleta
sentir el Cádiz no es una afición
es mucho más que una pasión
o el delirio de un poeta
y no me importa si no es campeón
ni lleva siempre el balón
pero lo mueve con gracia

Benditos los colores de mi club
en donde Mágico es un dios
y el Fondo Sur la aristocracia
benditos los colores de mi club
en donde Mágico es un dios
y el Fondo Sur la aristocracia

Dirá la prensa del quinto milenio
por fin ya se acabo nuestra desgracia
con este equipo nuevo y de diseño
dejará de ser un sueño
la liga de las galaxias
si el Júpiter cumpliera con el rito
ganándole al Plutón por goleada
y en el Carranza llueven meteoritos
y arrancamos un puntito
ya la liga está ganada

A lo que yo me vengo a referir
es que mi equipo es algo extraordinario
ni cien, ni mil quinientos, ni dos mil
el Cádiz puede presumir
de pedigrí interplanetario

Azul como el agüita es mi color
y amarillo como el sol
que se pone en la Caleta
sentir el Cádiz no es una afición
es mucho más que una pasión
o el delirio de un poeta
y no me importa si no es campeón
ni lleva siempre el balón
pero lo mueve con gracia

Benditos los colores de mi club
en donde Mágico es un dios
y el Fondo Sur la aristocracia
benditos los colores de mi club
en donde Mágico es un dios
y el Fondo Sur la aristocracia


ESCUCHA EL HIMNO AL CÁDIZ DE RUIBAL A TRAVÉS DE YOUTUBE PULSANDO AQUÍ

Gaditana y amarga queja


Siempre he pensado que los Carnavales de Cádiz (permítanme la reflexión pese a que estamos ya en Semana Santa) son una fuente de gran valor para hacer una radiografía de la sociedad gaditana. Para lo bueno y para lo malo. Ingenio -como este año cantaba la comparsa de Chipiona- le sobra, eso está claro. Pero no es la cuestión que quiero plantear. Quiero ir más allá. A veces, los autores hacemos críticas y eso es positivo, sobre todo cuando se hace con convicción y razonamiento. Sin embargo, en los últimos tiempos estoy detectando que se están haciendo quejas amargas, con dolor, pero que no llevan a la acción. Se canta mucho por ejemplo, al paro y se pide un Cádiz mejor, en el que sea posible vivir sin la necesidad de emigrar. Evidentemente, la causa es noble. La reivindicación, justa. Pero, ¿qué hay detrás de eso? ¿Qué ocurre en Cádiz para que siga habiendo tantísimos parados? Pues, a mí -puedo equivocarme- me da la sensación de que falta espíritu emprendedor.

Por ganas de trabajar y mano de obra no es desde luego. No creo en el mito del andaluz perezoso. Faenamos en la mar y en el campo (dos de las labores más duras que existen), además por supuesto de hacer muchas otras cosas que tienen otros valores más intelectuales que físicos. Pero hablo de la capacidad de esfuerzo. Existir, existe. De hecho, lo que se reivindica es que no tengamos que salir fuera de nuestras fronteras para ganarnos el pan. Y eso, que está a la orden del día (pregunten en Castellón, por ejemplo) supone sin duda un sobreesfuerzo.

Entonces hay capacidad de esfuerzo y hay conciencia de que el problema está ahí. ¿Qué falta? Pues, vuelvo al principio. Espíritu emprendedor. Buscamos trabajo sin descanso y tenemos ingenio de sobra para crear nuevas empresas, innovar, dar en la tecla con algo que la sociedad necesite y que pueda crear empleo y dar sustento a nuestra familia. Pero nos falta esa pizca de ganas de arriesgar (no me vale eso de que más arriesga el que se va todo con una maleta y se sube a un tren en busca de trabajo, hablo de otro tipo de riesgo). Aquí nadie se la juega. Sabemos que podemos darnos de bruces con la realidad. Podemos fracasar. Perder en el intento. Hacemos coplas en carnaval y nos quejamos amargamente. Hablamos con nuestro compadre y decimos: "¡qué chunga está la cosa!"

Pero tal vez la salida, no esté en esperar a que nadie nos tenga que dar trabajo y ni ser mano de obra barata para un empresario. Utilicemos ese ingenio que tanto resultado nos da en otros ámbitos para creer en nuestras ideas y que hacer un Cádiz (y una Andalucía) mejor está en nuestras manos. No nos volvamos atrás a la hora de dar el último paso. De la gaditana y amarga queja pasemos a la acción.

viernes, 1 de abril de 2011

Somos arena


Porque somos así. Pequeños e insignificantes granitos de arena, perdidos entre la inmensidad de la transitada playa de la vida. Eternas partículas de un paraíso terreno que se torna en condena o en gloria según le venga en gana. Partículas diminutas y hacinadas como obrero en la periferia. Dorados y tostados como la piel del campesino. Rebelde con el levante, y deleite y azote del veraneante. Somos arena y sabemos que nuestro destino es que un día nos trague la marea. Entonces, seremos mar. Como diría Alberti: "el mar, la mar, sólo la mar".