viernes, 18 de mayo de 2012

Redirigiendo el tráfico

Querido blog:

Hace casi un año que no te visitaba. Bueno, que no te decía cosas al oído para que las contaras al mundo -tú siempre tan impúdico y tan traicionero guardando los secretos-. Pero no creas que mi calle (tu calle) ha estado desierta. Qué va, ha estado más transitada que nunca. Y ha habido enriquecedor mestizaje cultural, viajes, libros, profesores, conversaciones con compañeros, una mujer, carnavales, cambios de gobierno, rebeliones estudiantiles... Aunque no me escuches de noche, ni sea tu confidente en un año he aprendido mucho. Y muchas cosas han cambiado, aunque todo siga igual y el mundo no cambie de rumbo. La Tierra sigue girando al mismo ritmo de siempre, el Sol nos sigue calentando y el Sur sigue al Sur, aunque el Norte pierda el norte.

Igual que las calles se transitaban a caballo y luego pasaron a transitarse en bicicleta, en moto y en coche, igual han cambiado los medios de comunicación. La revolución tecnológica no es amiga de lo clásico y no entiende de compromiso de permanencia (excepto si lo dicta Vodafone). Tanto es así que ya quien no escribe en 140 caracteres y tiene Twitter es un carca y un alma que acumula polvo en la prisión del tiempo detenido. Así pues, he sucumbido a la dictadura de la fugacidad y he visto en ella no sólo lo pernicioso y reduccionista que le es consustancial sino las muchas posibilidades que también trae consigo.

Con esta carta, quiero dar señales de vida. Querido blog, no he muerto. Tu calle no ha cerrado. Está habitada por nuevas gentes y yo a veces circulo en vehículos de motor de nuevo cuño y escribo a todo trapo. Pero ni así, de ti me olvido. Quiero reconciliarme contigo. Sé que te gustaría conocer muchas historias que no te he contado y que te gustaría hablar tranquilamente conmigo de eso que he chivado a otros más livianos.

Sé que te gustaría tomar una copa conmigo y que volvamos a charlar como antes. Siéntate. Nos tomaremos las copas que quiera. Hoy no conduzco. Cuéntame y deja que te cuente lo que debí contarte. Si no termino antes de que salga el sol, déjame volver otra noche. Mientras tanto, habla despacio. Disfrutaremos del placer de estas copas de manera tranquila. Despacio. Despacio. Despacio... Lejos de las atronadoras cascadas de voces de la redes sociales de lengua fácil y raciocinio corto. Déjame que te diga. Despacio, despacio, despacio.

1 comentario:

  1. Me alegro de tu vuelta, y que no hayas olvidado a los blogueros, aunque ya estemos caducados con tantas redes sociales más rápidas y modernas, aquí vemos pasar el tiempo como tu bien dices, anotando lo que sucede como si de un cuaderno de bitácora se tratara, para todo aquel que quiera acercarse para "perder su tiempo", de todas formas un saludo desde Cádiz a toda tu Calle.

    ResponderEliminar